¿Es esto calvinismo?
Tengo algo de tiempo queriendo compartir una experiencia que me marcó hace tiempo, mientras estudiaba las doctrinas de la gracia y la teología calvinista en general.
Como muchos, llegué a Washer a través de su mensaje conocido como “Shoking message” en donde habló a un grupo de jóvenes sobre el significado de Mateo 7:21–23. A partir de allí consumí largas horas de su enseñanza tanto en español como en inglés.
Entre sus sermones hubo dos momentos que me impactaron por la violencia gráfica que no había antes oído en ninguna predicación cristiana. En una de sus enseñanzas Washer dijo que los niños no debían ser expuestos a presuntos romances a su tierna edad. Que los comentarios del tipo: “¿ya tienes novia?” estaban fuera de lugar. Y que si tú le decías eso a su hijo él te tomaría fuertemente por el cuello con sus dos manos y te gritaría a la cara que lo dejaras en paz, porque el niño debía de ser niño y no adulto.
La segunda ocasión que me inquietó fue cuando explicó que la iglesia -la novia-esposa de Cristo- debía de ser respetada, y que Dios pediría cuentas del cómo los hombres la habían tratado. Para ilustrar su punto dijo (habiendo antes indicado que era bueno con ciertas armas rudimentarias) que si tú atacabas a su esposa él te cazaría y probablemente te mataría.
Yo venía de las calles. Aunque no fui propiamente un pandillero, la violencia en mi barrio ocurría en mis narices. ¿Por qué me inquietaba entonces algo que era común en mi ambiente pasado, a saber, la violencia por venganza y los golpes y amenazas entre hombres y mujeres? Todo esto era aderezado por los alardes y amagues en el mundo caído de las colonias populares.
Antes de llegar a la iglesia evangélica había aprendido en el franciscanismo que debía pedirle a Dios que me hiciera un instrumento de su paz. Eso fue realmente contrastante con mi pasado. Pero entonces al sumergirme en el calvinismo de predicadores como Washer que nos explicaban cómo ser verdaderos hombres de Dios, había descubierto que había lugar para la violencia.
Más tarde aprendí que estos predicadores no eran exactamente los modelos que debía yo imitar como pensé al principio. Madurando, incluso descubrí que la teología detrás de una vida de fe inmersa en el nerviosismo del perfeccionismo y legalismo neopuritanos no era tan bíblica como se presentaba. Se hablaba mucho de la gracia pero en términos prácticos eso significaba poco para desarrollar un espíritu apacible, conciliador y anclado en la esperanza. Ser calvinista era alcanzar el dorado estatus de ser digno de ser temido, al mismo tiempo de ser loado por el sacrificio del propio cuerpo en la evangelización y la defensa pasivo-agresiva de la fe. Lo contrario era ser un cobarde y falso cristiano.
Todos estos recuerdos vinieron a mi mente cuando miré a Will Smith abofetear a Chris Rock durante la ceremonia 2022 de los Oscares. Rock hizo una burla de la condición de salud de la esposa de Smith y este se avalanzó sobre él para golpearlo. Me pregunté: “¿No es esto acaso lo que un verdadero hombre de Dios debe de hacer?” La pregunta era retórica. ¿Esa bofetada no podía ser, de algún modo, la obediencia a Efesios 5:25 en el cosmos cristiano calvinista del que provenía? ¿Esa violencia no era un fruto del amor por la esposa ofendida?
Sin duda, tenemos que tener mucho cuidado con lo que escuchamos y tomamos como sana doctrina. Porque no solo está el problema de una mala enseñanza en el nombre de la hombría bíblica y el carácter cristiano, sino la brecha de nuestras interpretaciones. Yo mismo oía a lo lejos una voz que me decía: “Washer no se refería a esto”. Claro. Pero al igual que yo, muchos pudieron entender bajo catequesis similares que ser verdaderos varones del Señor exigía estar listos para pelear y matar a otros hombres.
Gracias a Dios poco a poco me he ido librando de esa carga. No porque me sienta ahora incapaz de violentar a otras personas “evangélicamente” y por “obediencia a Cristo” -de hecho, yo sé que soy capaz de una gran agresión- sino porque comprendo mejor que toda esa doctrina en los círculos calvinistas acerca de ser masculino no es exactamente la doctrina de las Escrituras, sino quizá de los cruzados, de nacionalistas cristianos o creyentes con una mentalidad imperial. Comprendo hoy que saber amartillar un arma o blandir una navaja no son fruto del Espíritu ni aparecen en ninguna parte del camino que Jesús nos mostró en los evangelios.
El dicho popular es que para proteger a las mujeres se necesitan hombres fuertes en los términos del mundo. Sin embargo, en un entorno latinoamericano violento eso no te alcanza. No importa que tan fuerte seas: siempre habrá alguien más fuerte que tú que te pueda someter. Es relativamente fácil cachetear a uno que no muestra señales de maldad. Pero la violencia es un dominó que inicia reacciones en cadena que no puedes controlar y que un día te alcanzarán de una u otra manera. Así que ser fuerte, en las Escrituras, debe significar algo más profundo.
Pablo habló de “no desfallecer en el ministerio” gracias a la misericordia de Dios (2 Co.4:1). En Hechos la fuerza se ve como “ser lleno del Espíritu y hablar la palabra de Dios con valor” (Hch.4:31). Proteger es trabajar en tus posibilidades para proveer (1 Ti.5:8) y ser fuerte es servir a los demás (Mt.20:28). En cambio, ser débil -en contraste con el poder en el Espíritu- no es ser incapaz de vengarte o ahorcar a otro hombre, sino ceder al pecado y apartarse de la fe (1 Co.16:13; cfr. Hch.2:42): traicionar nuestra identidad en Cristo y entregarnos a las pasiones de nuestra naturaleza pecaminosa.
“Vigila tu carácter porque este se convierte en tu destino” -dice el refrán. El carácter empieza en tu mente. No dejes entrar a ella cualquier cosa. Aunque te aseguren que es “el verdadero evangelio de Dios” y la “verdadera masculinidad”. Hay que revisar la Palabra.
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