“Nada que curar”
Esta fue la frase celebre en el reciente discurso del ministro Arturo Zaldívar, reconocido activista político feminista que ha marcado un antes y un después en lo que define en México la máxima embestidura judicial. Ser ministro transitó de aquella aura de intocabilidad y objetividad celestial olímpica, en la que los dioses optaban por no involucrarse en todos los asuntos humanos, a un trepidante y socialmente agudo quehacer proselitista a favor de las doctrinas sexo-genéricas de este siglo. La Corte se convirtió así en una especie de poder ejecutivo federal alternativo con Zaldívar como su plenipotenciario ideológico.
La lucha en México a favor de las denominadas “infancias trans” tiene algunos años. CDMX, en el 2019, fue el laboratorio -como en muchas otras medidas de este tipo- en donde se pidió que la patria potestad de los padres no fuera un obstáculo para que los niños pudieran acceder al cambio de sexo en su acta de nacimiento. Se dijo en aquel entonces que la patria potestad no era, de ningún modo, un derecho prioritario a la luz de los deseos del niño de cambiar de niño a niña o de niña a niño, y que aún un extraño podría asistir al menor al registro público para realizar el trámite. Los legisladores Paula Soto y Temístocles Villanueva lideraron este esfuerzo que concluyó más tarde con la reforma en 2021 que precisó que se debía contar con la autorización por escrito del padre, madre o tutor, evidentemente como medida para calmar a los sectores conservadores respecto del derecho de los padres a educar a sus hijos (un derecho presente en documentos de orden internacional como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, art.26.3).
Ahora la Corte, por unanimidad, declaró inconstitucional un artículo del Código Civil del estado de Puebla que estipula que para reconocer legalmente la identidad de género es necesario ser mayor de edad. Esta resolución allana el camino para que nuevas legislaciones trans se abran paso en el país y coloca un candado para disuadir proyectos legislativos que pretendan obligar a un menor de edad a que espere a cumplir dieciocho años para cambiar su acta de nacimiento. Los ministros dijeron que esto viola “el derecho a la identidad de género de las infancias y adolescencias trans”.
El odio que esta resolución ha generado en redes sociales conservadoras es enorme. Por otro lado, la preocupación por el futuro de la niñez mexicana es legitima. Los derechos de los papás sobre la educación de sus hijos están siendo acotados bajo el constructo jurídico del “interés superior del niño” que, según el discernimiento de la Corte, exige que los niños “que saben lo que quieren” tomen decisiones trascendentes en torno a su identidad sexual a muy temprana edad.
Cada niño es diferente. Pero una cosa que la Escritura dice es que “La necedad está ligada al corazón del niño” (Pr.22:15). Por eso en la vida cristiana es muy importante que los hijos obedezcan a sus padres , quienes deben criarlos en la disciplina del Señor (Ef. 6:1–4). Esta disciplina está fundada sobre el principio de que Dios es el Creador de todo, y que él tiene un propósito para la familia. Dios creó la familia a partir de un hombre y una mujer (Gn.1:27), lo que implica que la identidad sexual humana está vinculada a este fiat divino. Desde entonces, si alguno desea conocerse a sí mismo debe conocer a su Creador quien lo diseñó de un modo y no de otro por alguna sabia razón (Dt.29:29).
A veces los niños atraviesan por crisis de identidad. La misma ciencia a reconocido que estas crisis son frecuentemente pasajeras (ver por ejemplo Sexuality and gender en el New Atlantis Journal. Cfr. The End of gender de Debra Soh). Por esta razón los papás tienen la obligación legal y divina de guiarlos correctamente a través de estos procesos de vida.
Estoy de acuerdo con la Corte cuando dice que “no hay nada que curar” en el sentido técnico y médico de la expresión. La transexualidad no es una enfermedad. No se “quita” con pastillas ni intervenciones en quirófanos. Es verdad lo que dicen los activistas trans: el mundo ha abusado de las personas con una identidad no considerada normal. Procedimientos horribles se han practicado en el nombre de la “salud” contra ellos. Y en las iglesias pocas veces hemos sabido como reaccionar. La violencia, la acusación y la descalificación a menudo han sido nuestras primeras opciones, porque nos dijeron que “amarte significa hacerte saber que vas al infierno”. ¿Pero acaso amar no significa también respetarte, procurarte, escucharte y acompañarte alegrándome en el camino por tus pasos? ¿O es que ninguno de nosotros, antes de confiar en otro, no sintió primero una conexión personal o una sensación de amistosa correspondencia?
El anuncio del evangelio no es “deja tu transexualidad”. El anuncio del evangelio es cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa (Hch.16:31). Exigirle al pecador inconverso que primero abandone su estilo de vida para ser redimido es un evangelio bajo maldición (Gá.1:8–9). Pero entiendo que el neopuritano en nosotros exige toda clase de pruebas para calificar una conversión.
El escenario nacional no se ve sencillo para la iglesia y su mensaje de la identidad asignada por Dios, que choca contra la doctrina de la identidad autopercibida. Pero no es extraño que así sea en un mundo bajo el principado de Satanás (2 Co.4:4). Por eso, esperar que Zaldívar y los legisladores resuelvan conforme a la Escritura y sus valores eternos no es una opción. Pero siempre podemos seguir evangelizando, orando, educando y esperando el retorno de Cristo por su iglesia.
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