¿Y las mujeres?
Las cuotas de género como herramienta de presión cultural sobre la iglesia
En el mundo, según datos recientes de las Naciones Unidas (2017), 50,5% son varones y 49,5% son mujeres. Por otro lado, en los Estados Unidos, entre el 2016 y 2019, 8 o 9 de cada diez líderes principales en las iglesias eran varones y solo 1 o 2 mujeres*.
La creciente tendencia de revisión actual de los derechos de las mujeres ha puesto en el ojo del huracán a las instituciones religiosas cristianas por una razón natural: históricamente estas han afirmado los roles de género que la Escritura presenta. Aunque existe una discusión entre igualitaristas y complementaristas muy intensa ahora mismo, una gran mayoría de tradiciones cristianas han decidido conservar su doctrina sobre la complementariedad fundamentalmente igual: el hombre es cabeza de la mujer y el ministerio pastoral es solo para los varones.
En la Escritura, los requisitos del obispado indican que se debe tratar de un varón, que en su caso, debe ser “marido de una sola mujer" (1 Ti.3:2; Tito 1:6). La estructura gramatical no es en estos pasajes, por otro lado, de género neutro o femenino, sino masculino.
Esta revelación se ha considerado por los críticos como un tema cultural, y los roles de género en los que ha insistido la iglesia (véase Ef.5:22–33) se han visto más como constructos patriarcales opresivos que como revelación de Dios.
En este sentido, Villalobos Nájera (2015) cita en su trabajo al teólogo feminista José Tamayo:
…Juan José Tamayo menciona que en estas instituciones, a las que él llama “patriarquías” dado que su organización se configura a nivel patriarcal, las mujeres dentro de las religiones no han sido consideradas sujetos morales, pues requieren de guías para distinguir el bien y el mal; tampoco han sido consideradas sujetos religiosos, dado que la divinidad es masculina y por lo tanto sólo puede ser representada por un varón; ni sujetos teológicos, puesto que se trata de un terreno que no les corresponde**.
Actualmente, hay cada vez más instituciones teológicas que admiten a mujeres para que se preparen para servir a la iglesia, aunque no necesariamente siempre para la función pastoral. Además, en el mundo carismático ya hace varias décadas que las mujeres son ordenadas al ministerio pastoral. Esto significa que el evangelicalismo no es unívoco como se cree muchas veces, y que la crítica ha sido focalizada sobre aquellos ministerios que imponen cualquier clase de restricción a la mujer.
La discusión entonces es más que lo que se ve a primera vista. No es un debate solo sobre la participación plena de la mujer en el ministerio, sino como dice Villalobos Nájera:
Los aspectos que se requieren considerar para hablar de la igualdad de derechos para las mujeres en este campo no sólo se limitan a la ordenación, sino también a una amplia gama de derechos, como son los derechos sexuales y reproductivos, los derechos laborales, los derechos a la formación académica, los derechos a la participación y representación y a la no violencia, por sólo mencionar algunos de los derechos humanos que deberían estar presentes de manera clara en la vida cotidiana de las mujeres dentro de las congregaciones e instituciones religiosas.
Evidentemente, esta agenda parte de la antropología humanista y una concepción no autoritativa sobre el texto bíblico. Según aquella categoría no solo se debería legitimar el aborto como consistente con la fe sino también los presupuestos de la denominada revolución sexual. La moral tradicional cristiana heterosexual, sus roles y la construcción de su teología teniendo a la Escritura como la norma normans son arcaismos que hay que superar si se quiere respetar el derecho de la mujer en toda su extensión.
Estas raíces ideológicas se hallan inadvertidamente, en varias ocasiones, detrás de la crítica a las conferencias y eventos cristianos en donde solo son varones los que participan.
Se supone que debe existir una cuota de género en estas conferencias, un número de mujeres que también sean escuchadas “para enriquecer el debate". Es extraño, porque estas conferencias no están diseñadas para ser un foro académico en donde toda clase de nociones y disparates se pueden llegar a decir bajo el aura de la respetabilidad doctoral. Están hechas para formar a la gente en lo que la Escritura dice sobre el tema. No intentan trasladar el aula del seminario a un foro público.
Que se estime que los expositores parten de una premisa equivocada es otra discusión. De manera que los señalamientos a estas conferencias van más perfilados a la propaganda contra el complementarismo que a un interés genuino en descubrir qué es lo que se puede conseguir a favor de la mujer. Desde la perspectiva complementarista, sin embargo, esto de ningún modo es contra la mujer ni en demérito de los derechos de la mujer. Es simplemente un esfuerzo conjunto por honrar al Señor preparando mejor a los varones que sirven en el ministerio.
Por otro lado, también se comenzó a criticar el que sean varones los que hablen a las mujeres acerca de su rol.
En el feminismo se usa a menudo la frase “mi cuerpo, mi decisión” para desautorizar a los varones a opinar sobre el embarazo de la mujer. Ellos no están embarazados. Ellos no son mujeres y no comprenden qué sienten y piensan ellas. ¿Por qué habrían de opinar o decidir por las mujeres? ¿Con que derecho que no sea el falso derecho que el patriarcado injustamente les ha otorgado?
Así que se ha trasladado algo de esta eristica al terreno del ministerio dirigido a las mujeres. Deberían de ser otras mujeres las que les enseñen. No un varón. Y aunque regularmente las maestras enseñan a otras hermanas en los grupos femeniles, eso no es tan digno de revisión como cuando un hombre prepara una enseñanza para la mujer. Es difícil no ver las pretensiones liberacionistas del feminismo en mucha de esta crítica.
En la Escritura los apóstoles, varones, enseñaban a hombres y mujeres por igual (Ef.4:11). Hechos 2:42 dice:
Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración.
El feminismo empuja en dirección contraria aquí al ya “no hay varón ni mujer; porque todos ustedes son uno en Cristo” (Gál.3:28). ¿Porqué es tan importante para algunos la cuota de género en el ministerio? Al parecer es una cuestión cultural.
Hay muchos problemas que las mujeres atraviesan hoy dentro de las congregaciones. Hay violencia, abuso y negligencia. Pero que solo los varones sean pastores, que una conferencia pastoral sea dirigida solo por varones y que un varón prepare un estudio para las mujeres no es un indicador de violencia, sino de consistencia con lo que muchos hermanos complementaristas asumen en su serio trabajo para el Señor Jesús.
Hoy los críticos en el mismo mundo conservador preguntan ¿y las mujeres? Mañana quizá pregunten ¿Y los cuir?
*https://www.zippia.com/pastor-jobs/demographics/
**Igualdad y trabajo pastoral: la experiencia de las mujeres en los ministerios religiosos ordenados y consagrados en México. https://www.redalyc.org/journal/5695/569565025004/html/
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